LA LEYENDA
DEL MANCHAYPUYTU
PATRICIO ALEGRE
Este es un caso acontecido entre fines del siglo XVIII y
comienzos del XIX, que muy pronto se volvió leyenda.
Un joven sacerdote español de alto linaje: don Gaspar
de Angulo y Valdivieso, doctor y destacado músico, párroco de San Blas, en el
Cusco. Este joven talentoso, ni bien desembarcó en el nuevo continente, ya
estaba dando prestigiosos conciertos en la ciudad de Lima pero, una vez
instalado en los Andes, se dedicó a estudiar con todo esmero adivinen qué?
Pues, la gran variedad de Quenas y Antaras de la
serranía americana, hasta lograr una considerable pericia en su interpretación.
El joven cura se había enamorado perdidamente de una veinteañera cusqueña,
Anita.
Por desdicha esta doncella falleció inesperadamente
mientras él estaba de viaje por Arequipa. Enterado de la noticia, Gaspar galopó
rumbo a San Blas como fugitivo. Allá, osó desenterrar los restos mortales de su
amada y luego se encerró “con ella” en “su” iglesia para intentar resucitarla,
llamándola desesperadamente a través de una Flauta India, para conseguir su
objetivo, había colocado el instrumento en un cántaro especial de boca larga,
llenado a medias con agua: el Manchaypuytu. Don Gaspar confiaba firmemente en
que tan solo el sublime llamado de una Quena enamorada, filtrado por todos los
ecos de ese cántaro encantado, hubiera podido devolverle su Anita desde el más
allá.
Manchaypuytu significa “cueva del terror”: la profunda
resonancia de su cuerpo de arcilla evoca las sepulturas precolombinas, mientras
la vibración del agua, que modula el sonido al interno de este útero de tierra,
nos lleva hacia el misterioso manantial de la Vida misma]. Encerrado solito
frente al cuerpo exánime de Anita, durante tres días y tres noches, el pobre
Gaspar se apeló a toda su destreza, su aliento y su inmensa fe` en el poder de
la Música para resucitarla. Finalmente, cuando la Quena se calló, resultó que
había sido él quien se reunió con su amada en el otro mundo.
Desde luego la noticia se difundió rápidamente y, junto
con ella, la fiebre del Manchaypuytu, que debió ser prohibida por edicto
virreynal y juzgada herética por la autoridad eclesiásticas; sin embargo esa
epidemia musical siguió cosechando adeptos durante otros diez largos años,
dando pie a una especie de persecución contra los músicos enamorados.
Finalmente tuvieron que entrar en acción las fuerzas policiales, que se
dedicaron a destruir los instrumentos de ese rito profano: todas las Quenas y
los cántaros que encontraron fueron hechos añicos.
FOTOGRAFÍA RECOGIDA DEL INTERNET
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